Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
domingo, 15 de febrero de 2009
Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber en Sciacca, GA, Italia

¡La paz esté con ustedes!
Queridos hijos, Dios me envía aquí para ayudarlos, para bendecirlos y para guiarlos por el camino seguro que conduce a Él. *Recen, recen para que el Espíritu Santo los ilumine y les dé la fuerza para dar testimonio con fe, con coraje del amor de mi Hijo Jesús y su luz a todos sus hermanos. Hijos, siempre estoy cerca de ustedes. Yo, su Madre, deseo llenar sus corazones con la paz de Dios. Estoy aquí con las gracias que Dios me permite darles. Abran sus corazones aún más a Dios y sus familias se beneficiarán de las bendiciones del Cielo.
Dios les ha dado una gran gracia esta noche con mi presencia aquí. Un día entenderán la razón de estas palabras mías. He venido a bendecir su ciudad. Agradezcan a Dios por este gran regalo. Los bendigo: en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Amén!
La Virgen antes de irse me dijo:
Hijo mío, reza, reza. No pierdas el ánimo y la fe. Dios desea salvar a todos sus hermanos y hermanas más perdidos y distantes. Permitan que el Señor los use para difundir Su mensaje de amor. Cuando hablan de mis mensajes a sus hermanos, consuela tanto el Corazón de mi Hijo como el Corazón de mi Madre. Siempre los acompaño y los bendigo. Gracias por su disponibilidad. Pidan perdón por sus pecados para que puedan ser todos de Dios. Paz para ustedes y su familia.
(*) La fe dirige la inteligencia hacia el Creador de todas las cosas, el que es infinitamente mayor, más alto y más digno de ser amado que todos ellos. La fe permite conocer los atributos de Dios, indica todo lo que ha hecho por los hombres y todo lo que los hombres le deben. Con esta vida de fe, el espíritu se eleva por encima de la actividad natural, aunque sin separarse de ella.
En este nuevo horizonte que la Fe les abre, las fuerzas naturales del espíritu encuentran muchos nuevos elementos para su actividad. Esta actividad, por la cual el espíritu interiormente se apropia del contenido de la Fe, consiste en la meditación. Esta actividad se vuelve más viva, más fácil y más fructífera si el Espíritu Santo anima y eleva el espíritu humano, que entonces se siente en manos de un poder superior que lo ilumina; hasta tal punto que no le parece su actividad, sino la revelación divina que lo instruye.
Lo que el espíritu ha logrado mediante la meditación, en una forma u otra, se convierte en su propia adquisición permanente. Esto representa mucho más que un tesoro de verdades acumuladas, que pueden extraerse de la memoria cuando sea necesario. El espíritu -en el sentido amplio y objetivo, no solo de inteligencia, sino también de corazón- se familiariza con Dios mediante la atención continua, lo conoce, lo ama.
El conocimiento y el amor son parte de su ser, al igual que la relación con otra persona con la que ya se ha vivido durante mucho tiempo y se tiene intimidad: las personas como esta ya no necesitan buscar información mutua, ni reflexionar el uno sobre el otro para conocerse y juzgarse dignos de amor; entre ellos ya no existe ni siquiera necesidad de palabras. Así debemos concebir la relación del alma con Dios, después de un largo ejercicio en la vida espiritual: ya no necesita la meditación para aprender a conocer y amar a Dios - ya ha terminado el viaje, ya descansa en el objetivo logrado. Tan pronto como se pone en oración, ya está con Dios y permanece con Él a través de la entrega amorosa. A Dios le gusta mucho su silencio más que sus palabras. Esto es lo que llamamos contemplación adquirida. Este tipo de contemplación es el fruto de mucho esfuerzo propio, estimulado y sostenido por muchas gracias. A la gracia de Dios, sobre todo, debemos la proclamación del mensaje de fe, la verdad revelada por Él, así como la fuerza para colaborar con nuestra libre decisión: sin la ayuda de la gracia divina, no se puede llevar a cabo la oración o la meditación.
La entrega a la oración, a su vez, y la duración del tiempo que permanecemos en la contemplación adquirida dependen de nosotros. Vista en sí misma, la contemplación -afín a la calma y la entrega amorosa a Dios- puede considerarse una forma de Fe. Este es el grado más alto de la vida de fe que se puede alcanzar por la propia actividad, siempre que se haya cumplido su secuencia lógica: la entrega de la propia voluntad a la voluntad de Dios, y la conformidad de todas las acciones con la voluntad divina.
Orígenes:
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